jueves, 11 de febrero de 2021

Los Cafés Filosóficos

 por Oscar Brenifier

Traducción Mercedes García Márquez

En 1992, Marc Sautet, profesor de filosofía en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de París, durante una entrevista en la radio, contó como algo anecdótico que se reunía con unos amigos para filosofar cada domingo por la mañana en un café de la plaza de la Bastilla, en París. Cuál sería su sorpresa el domingo siguiente, cuando comprobó cómo acudían numerosas personas, deseosas de participar en ese tipo de discusiones informales. Semana tras semana, el número de asistentes iba en aumento, por lo que se hizo necesario buscar algunas reglas básicas de funcionamiento, con el fin de que este tipo de aglomeraciones no se transformase en una algarabía cacofónica. El café filosófico había nacido. Desde 1995, otras dos o tres experiencias, motivadas por iniciativas personales más o menos calcadas de la primera, vieron la luz en la capital francesa. Fue entonces cuando la prensa comenzó a prestar atención al fenómeno, lo que suscitó poco a poco numerosas vocaciones espontáneas, hasta llegar a la situación actual.

 

El principio de creación de los diversos cafés filosóficos descansa generalmente sobre la iniciativa de un individuo, ya sea porque (1) éste ha participado previamente en una actividad de este tipo durante una estancia en París o en otro lugar, o (2) porque no existe ninguna actividad de este tipo en su región, o simplemente (3) porque siente el deseo de ponerse él mismo manos a la obra, o incluso (4) porque ha escuchado hablar de este tipo de eventos en la televisión o en la prensa y ha decidido probar suerte. Los organizadores de este tipo de debates son, en la mayoría de los casos, personas que sienten una vocación de tipo intelectual y también una vocación de tipo social. Algunas iniciativas más estructuradas, vinculadas fundamentalmente a localidades o a municipios de tamaño mediano o pequeño, se han lanzado igualmente a promover estas actividades, comprometiendo a un “animador” -generalmente un profesor de filosofía- para arbitrar las discusiones....

Espíritu y funcionamiento del café filosófico

Las reglas generales del café filosófico, ésas que se encuentran prácticamente en todos los lugares que ostentan ese mismo nombre, son extremadamente simples y limitadas en número. (1) Cada persona hablará cuando sea su turno, levantando la mano para pedir la vez; turnos que serán concedidos por el animador del café según un orden definido, aproximadamente, según el momento de la petición. (2) Está terminantemente prohibido interrumpir a quien esté haciendo uso del turno de palabra. Únicamente el organizador podrá limitar el tiempo de los discursos, o volver a centrar el desarrollo del debate, o explicar una proposición demasiado enrevesada, etc. Pero lo que nunca debería hacer es intentar usar su posición de autoridad relativa que le ha sido concedida por el grupo para imponer cualquier tipo de visión personal. El más mínimo intento de ostentación de la verdad por parte del animador le perjudicaría y desacreditar. Desde luego que tiene derecho a una cierta subjetividad, pero su función debe ser primordialmente la de un árbitro, y en todo momento deberá dar pruebas de una gran capacidad de escucha y de análisis. Por muy elementales que sean estas reglas, constituyen un verdadero desafío con respecto al modo habitual de diálogo que se practica habitualmente en Francia. No hay más que escuchar los debates políticos o culturales de la televisión o de la radio para darse cuenta de ello. Incluso aquellos artículos de revistas que cuestionaban la naturaleza filosófica de estos debates de café, reconocen en su mayoría el éxito de éstos en cuanto al respeto al otro y a la tolerancia manifestada en este tipo de intercambios. Lo que demuestra ya de por sí una excelente práctica de educación cívica.

 

 FUENTE: 

https://www.pratiques-philosophiques.com/esp/textos/14-consulta-filosofica-dificultades-2 


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