miércoles, 10 de febrero de 2021

La filosofía no es el medio para conseguir algo, sino la actividad misma que construye y vertebra nuestro vivir

 ¿La filosofía sirve para algo? Me refiero al concepto más práctico de utilidad… ¿Debe servir para algo? ¿Nos puede ayudar en nuestra vida diaria?

¿Para qué sirve la vida? ¿Para qué sirve vivir? ¿Para qué sirve pensar la vida? ¿Para qué sirve afanarse por buscar respuestas a preguntas que carecen de ellas? La vida simplemente se vive. Y, por más sentidos que queramos darle, no podemos asignarle una utilidad. No hay para qué. De hecho en realidad no existe algo así como “la vida” entendida como algo estático y carente de movimiento y actividad: la vida es aquello que vivimos, es el proceso mismo de vivir. No podemos hablar desde otro sitio convirtiéndola en un “objeto” ajeno a nosotros mismos y a nuestras experiencias: cuando la pensamos, la sentimos, la juzgamos es siempre desde ella misma. Y así buscamos un sentido o le damos un sentido a aquello que parece no tenerlo en “nuestra vida viviendo” y que “nos sirve” a nosotros para orientarnos en nuestra existencia.

Con la filosofía pasa algo parecido. Está ya en la vida diaria como está la vida misma. Somos eminentemente seres reflexivos. La pregunta por la utilidad de la filosofía y por si “sirve para algo” es engañosa porque enfoca la atención en “servir” y desplaza a la filosofía a un ámbito que no le corresponde, como si fuera más parecida a la “física” o al “derecho” que a la vida, como si la filosofía se agotara en su ámbito de conocimiento o estudio, como si fuera un “objeto” de una totalidad más compleja dentro de lo “académico” que puede ser “aplicado” o no a la sociedad, pero lo cierto es que a la filosofía le sucede como a la vida… que es una actividad que acompaña nuestro vivir. Está ya en nuestra vida.

La filosofía no es el medio para conseguir algo, sino la actividad misma que construye y vertebra nuestro vivir y que nos permite dotarla con el sentido que queramos darle cuestionando todo aquello que nos venga dado. Cómo vivamos está relacionado al “uso” que le demos a cómo pensamos y a la profundidad de nuestra reflexión. En este “uso” la filosofía nos permite construir nuestra vida con mayor libertad y conocimiento. La filosofía es entonces la pasión de la vida “examinada” que desvela creencias, señala problemas, desarma sistemas y, lo que es apasionante, puede transformar el mundo, dinamitarlo, cambiarlo. La buena filosofía lo que debe hacer es… incordiar (o, dicho con Hegel, no debe ser edificante). Es la pasión por la pregunta, por el cuestionamiento, por ver otros modos de entender lo que sucede, de desmantelar lo dado, proponer algo distinto y hacer de la vida algo por lo que merece la pena vivir y luchar. Porque la vida es nuestra, que no se nos olvide. Y solo tenemos una: esta. La vida es profunda cuando se piensa e intensa cuando se siente. Y la filosofía aúna ambas cosas: profundidad e intensidad. Muestra la profundidad y la complejidad de la vida, pero al mismo tiempo, la muestra asociada directamente a la emoción de estar, de ser, de vivir esperanzado o desesperanzado, pero vivir no dando nada por supuesto y viviendo con los demás.

Entrevista completa de Ana Carrasco en: filosofía & co.

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