sábado, 11 de marzo de 2017

La ciencia de comer cuento

Nueva evidencia científica explica por qué la gente cree en historias que a todas luces son falsas. El problema radicaría en la débil mente humana.

Mentir es innato en los seres humanos. Y se trata de un juego entre dos pues para que una mentira tenga éxito se requiere que alguien la crea. Como sucedió cuando un neoyorquino llamado David Golberg dijo desde su cuenta en Twitter que Bill y Hillary Clinton tenían una red de prostitución infantil en una pizzería de la capital de Washington. Muchos hicieron caso omiso de la información, pero Edgar Maddison Welch, un hombre de 28 años de Carolina del Norte, creyó el cuento y se dirigió al lugar con su rifle semiautomático para investigar él mismo la situación.
Tras disparar un par de tiros el individuo quedó preso. Este episodio y muchos otros en los que mentiras flagrantes hicieron carrera y determinaron no solo el destino de individuos sino de países fueron objeto de profundo análisis político. Pero recientemente el tema ha pasado a la arena de la psicología donde expertos buscan descifrar por qué la gente cree en información o historias obviamente falsas.

Lo más fácil sería calificarlos de ignorantes, pero los expertos indican que la respuesta es más complicada de lo que parece. Una teoría señala que el ser humano cree en mentiras para tener control. Y mientras menos tenga más tratará de “recuperarlo haciendo gimnasia mental”, dice Adam Galinsky, profesor de Kellog School of Management de la Universidad Northwestern. Pese a que esas ideas equivocadas los lleven por mal camino, Galisnky cree que en la mayoría de casos satisfacen una necesidad psicológica. Para demostrarlo, él y Jennifer Whitson, de la Universidad de Texas, hicieron un experimento que consistió en mostrar a un grupo de participantes dos tipos de imágenes, unas con puntos indefinidos y otras con dibujos claros.

Resultó que 43 por ciento de quienes manifestaron no estar en control vieron imágenes donde solo habían puntos. “Sus mentes asignaron sentido a algo que no lo tenía”, dicen los investigadores. En la vida real la gente también ve patrones frente a situaciones en las que se sienten vulnerables.
Según el historiador Michael Shermer, el ser humano está más predispuesto a creer que a desconfiar porque ello le da más seguridad. La gente cree en supersticiones y en teorías de la conspiración pues así los hechos fortuitos cobran sentido. Shermer, autor del libro The Believing Brain, señala que la aceptación de noticias falsas como verdaderas está íntimamente ligada a la disonancia cognitiva, una teoría que explica la tensión para que exista armonía en la mente entre las creencias y valores de un individuo. Muchos resuelven las disonancias aceptando la mentira como verdad.

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