lunes, 12 de diciembre de 2016

Coscorrón de Vargas Lleras

El viernes pasado un video de Germán Vargas Lleras se volvió viral. En este el vicepresidente iba caminando junto una gran multitud que lo acompañaba. En un momento dado, una señora intenta acercarse a él para saludarlo muy efusivamente, pero su escolta se mete en el camino y aparentemente pisa a su jefe. La reacción del vice fue inesperada: le dio un coscorrón...

Vargas Lleras asumió la culpa casi de inmediato. “Quiero presentar mis públicas disculpas, como ya se lo había hecho en privado al agente Ahumada, por un incidente que tuvo lugar hace dos días en Ciénaga de Oro (Córdoba). Buscar un justo equilibrio entre la seguridad y el respeto por la ciudadanía no es incompatible”, sostuvo. 


“Acéptemelas. Son muy sentidas. No es poco el tiempo que llevamos juntos. Yo reconozco que la tarea de ustedes es vigilar y cuidar de mi seguridad”, le dijo en medio de algunos aplausos. Agregó que el incidente que “no debió haber ocurrido” se produjo porque la gente acude a ese tipo de manifestaciones públicas con un gran afecto y que los esquemas de seguridad deben ser más respetuosos con la ciudadanía.
“Claro que acepto sus disculpas, señor vicepresidente. Trabajaremos para tener más cuidado con la ciudadanía”, le dijo el intendente Gabriel Ahumada a su jefe el pasado viernes. El agente de la Policía lleva seis años al lado de Vargas.
Fuente: Semana.com12/25/2016 1:24:00 PM


martes, 2 de agosto de 2016

Carta a la estudiante que increpó a Santos en la Universidad Nacional

Por * Julián De Zubiría Samper 

2/8/2016

Sara Abril movió las redes sociales cuando se enfrentó verbalmente al presidente. El director del colegio del que se graduó la invitó a promover un debate más argumentado y respetuoso frente a las diferencias ideológicas.


Querida Sara:
La semana pasada fuiste noticia de primera plana en los medios y tendencia en las redes sociales. El presidente Juan Manuel Santos y la Ministra de Educación, Gina Parody, estuvieron presentes en la Universidad Nacional y tú, en calidad de representante estudiantil ante el Consejo Superior, tuviste la oportunidad de hablar 4 minutos, los cuales mágicamente se han convertido en millones por el efecto multiplicador de las redes, la prensa y la televisión.
Siempre te hemos recordado como una mujer reflexiva, autónoma, solidaria y combativa, aunque algo menos flexible de lo que demanda el mundo actual. Fui tu profesor de la asignatura de “Pensamiento argumentativo” y guardo en la memoria tus profundos análisis y tu capacidad para interpretar y transferir ideas a nuevos contextos.
El día de tu grado en el Merani, en el 2008, me agradeciste por ayudarte a ver tus errores y por hacerte entender la prioridad de seguir luchando siempre para ser una mejor persona. Como buena parte de los educadores colombianos, no renuncio a mi misión, e intentaré seguir orientándote, a pesar de que ya llevas ocho años fuera del colegio.
La pregunta a la que te enfrentaste ese día fue en extremo compleja: ¿Qué decirle al Presidente de la República, si te dan la oportunidad de hablar con él durante 4 minutos? (¿Qué le diría usted lector, si tuviera la misma oportunidad que tuvo nuestra egresada?)
Te felicito por tu independencia de criterio y por indagar siempre por la raíz de los graves problemas que nos aquejan. Valoro tu sensibilidad y tu compromiso con los otros. Sin embargo, veo que no tuviste en cuenta dos cosas claves en cualquier argumentación, las cuales, aunque las trabajamos en clase, es posible que las hayas olvidado. Y quiero aprovechar esta ocasión para volver a insistir en ellas.
La primera fue el descalificar al adversario en el debate y no sus ideas. Discutir contra la persona y no contra sus argumentos se conoce en la lógica como falacia ad hominem y se presenta cuando no nos referimos a las ideas de nuestro interlocutor, sino a la persona o lo que él representa. Tú tenías la obligación de responder la pregunta que te hacía el Presidente de la República: ¿Estás de acuerdo o no con el proceso de paz en curso? Sin embargo, evadiste la pregunta. Puedes discrepar de sus políticas y enfoques o proponer otros caminos; pero, en cualquier caso, estabas obligada a responderle. De eso se trata un debate argumentado. Y no lo hiciste.
El segundo error que cometiste fue argumentar múltiples ideas de manera simultánea. En tu calidad de líder estudiantil, no has debido abordar en 4 minutos temas tan diversos como el TLC, la venta de Isagén, el salario mínimo o el paro agrario. Te equivocaste, ya que dejaste de enfatizar lo esencial: un país democrático necesita defender su educación pública para que todos tengan las mismas oportunidades y se valore el esfuerzo y el trabajo, independientemente de las condiciones socioeconómicas de origen. Sin educación pública robusta, las desigualdades sociales se multiplican en lugar de disminuir.
El país tiene que seguir avanzando en la gratuidad de su educación superior, como hicieron de tiempo atrás los países europeos y como están haciendo recientemente países como Ecuador y Chile. Este último aspira lograr para el 2016 que el 50% de sus estudiantes de estrato 1 y 2 ingresen a la Universidad. Por el contrario, en Colombia, el programa Ser pilo paga para el año 2019 apenas alcanzará a becar al 2% de los estudiantes graduados de la educación media, con el agravante de que, al hacerlo, dejará a las universidades públicas sin sus mejores estudiantes y sin dinero.
Al igual que tú, soy egresado de la Nacional y también estoy convencido de que, pese a la asfixia a la que la han sometido, es la mejor universidad del país. Lamento –como millones de colombianos– que no llegue a más regiones, que se limite el derecho a la educación al no garantizar almuerzo y transporte a quienes lo necesitan, que mantenga por décadas congelados sus cupos y carreras o que, en un acto macondiano, se haya caído hasta el edificio sede de arquitectura en Bogotá.
El país necesita debate de ideas y la democracia exige que florezcan múltiples interpretaciones. Sin embargo, discrepo de las felicitaciones que te envió el senador Jorge Robledo. No es conveniente debatir 5 ideas al mismo tiempo ya que se pierde rigor y jerarquización. No fue un acto de patriotismo –como él señaló–, sino de populismo. Al país le conviene una izquierda reflexiva, creativa y propositiva y le ha hecho daño un discurso dogmático, sectario, inflexible y descontextualizado, de ambos lados. No heredemos los males pasados, sino la esperanza que estamos por construir. Te invito a aportar en esta tarea, aprovechando el liderazgo que tienes.
La Universidad Nacional tiene que ser un lugar para debatir ideas de manera razonada, jerárquica y argumentada. El abucheo es la expresión de la intolerancia que ha ahogado la democracia colombiana y el recurso al que recurren quienes no logran estructurar sus argumentos.
Sigue defendiendo tus ideas, pero garantizando siempre el respeto a las del oponente y la jerarquización de las tuyas. El actual proceso de paz nos invita a construir un país más tolerante, diverso y reflexivo, y para ello necesitamos una universidad pública vigorosa que aporte soluciones a los viejos problemas y argumentos a las nuevas preguntas. Ésa es la idea que te propuso el Presidente. Hoy la retomo y te invito a pensarla y discutirla con los estudiantes universitarios que representas. A propósito, ¿estás de acuerdo en que el sacrificio que estaremos pagando los colombianos al firmar los acuerdos de paz es ínfimo al lado de los miles de beneficios que nos dará aprehender a resolver los problemas con ideas y argumentos y no a los tiros y las agresiones, como nos lo impuso una “cultura del atajo” que tanto daño le ha hecho a la estructura valorativa en nuestro país?
Me despido con profundo cariño. Se me acabaron mis 4 minutos.
*Fundador y director del Instituto Alberto Merani. También es consultor de Naciones Unidas en educación para Colombia.

Fuente: Semana.com 

jueves, 19 de mayo de 2016

Trabajar con propósito

 | 2016/05/19

¿Para qué estamos hechos? ¿Cuál es nuestro papel en esta historia? ¿Qué sentido tiene esta vida que llevamos? 

Este mes tuve la oportunidad de participar en el foro de Empresas Conscientes organizado por Executive Forums de Colombia. Debo confesar que fue sorprendente encontrar más de cien importantes empresarios del país interesados en hacer negocios con consciencia social, todos muy atentos a escuchar sobre aquellos emprendimientos que generan condiciones más dignas para todos. Lo sorprendente y esperanzador fue encontrar dirigentes con estas preocupaciones en un país como Colombia en donde la desigualdad social, según el coeficiente de Gini, lo ubica en uno de los 5 países más desiguales del planeta, con cerca de 4 millones de desplazados por la violencia, con una de cada cinco personas del campo viviendo en situación de extrema pobreza, y en general, con cerca de 15 millones de personas por debajo de la línea de pobreza. Me impactó escuchar a Samuel Azout mostrando cómo los activos de las tres personas más ricas del planeta exceden el Producto Interno Bruto anual de la sumatoria de los 48 países menos ricos del mundo. Tal vez las críticas de Noam Chomsky sobre la concentración de la riqueza tengan razón: hay algo que obviamente no está funcionando bien.
Las palabras del premio Nobel Muhammad Yunus son inspiradoras: “Mi sueño es que nuestros nietos tengan que ir a un museo para ver cómo era la pobreza extrema”. Tal vez suene utópico pensar que esto sea posible, pero aquí lo loco no es tener un sueño de estas dimensiones, lo realmente demente es cuánta indiferencia podemos soportar.
Escuchar al alcalde de Cali Maurice Armitage, hablar de la importancia de repartir una parte de las utilidades de las empresas con los empleados, suena un poco extraño en un foro empresarial, pues se supone que el crecimiento económico es una condición para la superación de la pobreza; sin embargo, la realidad es otra, pues al parecer no existe una relación evidente que muestre que esto es suficiente por sí mismo para lograrlo. Si un rico se gana cincuenta mil millones de utilidades al año, estoy seguro de que si se gasta diez mil millones en sus empleados y en hacer el mundo mejor, no se va a empobrecer, ni comerá menos sabroso, pero si moverá el mercado, aumentará el nivel adquisitivo de las personas y la economía se dinamizará. Al parecer, muchos empresarios se quejan con sus empleados cuando las cosas van mal, hablan de cuánto vienen perdiendo y del dinero que están dejando de recibir; sin embargo, cuando les va bien y tienen grandes utilidades, ¿Hablarán con sus empleados con la misma vehemencia, contándoles cuanto se ganaron?
Ahora bien, no creo que se deba ser rico para hacer negocios conscientes; se puede ser un profesional consciente y con propósito, para quien la riqueza sea tan solo un efecto colateral de un fin más noble; un trabajador con sentido de vida, para quien la prosperidad brota de manera espontánea como efecto de alcanzar un fin y no como el fin en sí mismo; un servidor público o un gobernante que use el poder como medio para alcanzar un fin mayor conectado con la vida y no con un simple interés personal.
Tal vez debemos frenar por momentos y preguntarnos ¿Para qué estamos hechos? ¿Cuál es nuestro papel en esta historia? ¿Qué sentido tiene esta vida que llevamos? Sin embargo, parar la vida no basta, pues pronto es fácil distraerse y seguir enloquecido por tener más. Sólo el verdadero compromiso nos hace parte de la solución; no podemos seguir siendo espectadores ni polizontes de la nave llamada Colombia, pues si quejarse de lo malo del país y hablar mal de los que no hacen lo que deben hacer, cambiara las cosas, tal vez ya seríamos una potencia económica mundial. El compromiso social no se declama, lo único que funciona es la acción sostenida libre de asistencialismo. Hacer negocios no se trata de hacer dinero, pues la riqueza es tan solo un efecto colateral. Hacer empresa, prestar servicios profesionales, vender un producto o cualquier acto de trabajo, debe dotar el día a día de sentido y debe conectarnos con los otros, lo demás no vale mucho, pues al final de la vida, el éxito no puede medirse por el dinero que dejamos, ni por los aplausos recibidos, sino por cuánto nos amaron los que nos aman, qué tan solos o acompañados llegamos a la vejez, de que valió nuestra vida o que tan mejores seres humanos se hicieron todos aquellos que tuvieron que ver con nosotros.
info@efrenmartinezortiz.com
Fuente: Semana.com 

domingo, 1 de mayo de 2016

Enseñar no es transferir conocimiento. Crear es comprender.

 Por: Carlos Magro

jueves, 10 de marzo de 2016

APUNTES DE LECTURAS Sobre el Arte



LA ESTÉTICA DE KANT: EL ARTE EN EL ÁMBITO DE LO PÚBLICO

Kathia fianza

Comencemos con la precisión que hace Kant a propósito del término "estética". La encontramos al inicio de la Crítica de la facultad de juzgar. "Estético" se refiere simplemente a cómo "el sujeto se siente a sí mismo tal como es afectado por una representación" (Kant 1991, p 121, § 1). Sugiero entender la palabra "representación" en su sentido más básico y amplio: cualquier cosa de la que tomemos noticia, de la que nos percatemos: un sonido, un color y, por supuesto, configuraciones más complejas como un cristal de cuarzo o una obra de arte… Esto es esencial: lo estético es únicamente lo que sentimos a propósito de cualquier representación y no consiste en determinadas cualidades objetivas de los objetos. Ciertamente, esas cualidades objetivas incidirán en la representación y cómo uno se pueda sentir a propósito de ella, pero, insiste Kant, sería equívoco llamarlas estéticas… Es importante insistir en este punto, crucial para Kant: cuando se dice que algo es "bello", primero, no se está calificando un determinado objeto sino que se está expresando un sentimiento, y, segundo, que ese sentimiento es de tal naturaleza que no puede confundirse con una mera reacción privada, exclusiva de una persona en particular o de un determinado grupo, al que le agradan ciertas cosas y no otras.

..."Bello" no es, pues, un concepto que atribuyamos a las cosas simplemente por sus cualidades objetivas, sino un sentimiento que esperamos se suscite también en los demás. Lo notable y lo que exige una explicación es con qué derecho asumimos que podríamos atribuir a todos ese sentimiento, esa misma reacción estética.

Su respuesta es que solo admitiendo un "sentido común", una misma capacidad en los seres humanos para reaccionar estéticamente, puede resolverse ese enigma, puede explicarse coherentemente esa pretensión que, de hecho, tenemos.

… Piensa, más bien, que dicho "sentido común" estético consiste en las mismas facultades que demostramos poseer al conocer, y que son la "imaginación" y el "entendimiento", pero que justamente no las empleamos con el propósito de conocer, sino de forma espontánea, en un juego armónico y libre (cf. Kant 2001, p. 143, § 9). Ellas simplemente operan, en el caso de lo estético, de forma distinta a como ocurre cuando conocemos.

¿Qué hace que un objeto sea una obra de arte?
…propone Danto, no son determinadas cualidades objetivas, sino dos condiciones básicas, aplicables a todo arte: 1) ser acerca de algo y 2) encarnar un sentido (cf. Danto 1999, p. 204). Es decir, podríamos nosotros concluir, condiciones que solo como sujetos podríamos advertir
Pero, en tal sentido, la advertencia de Danto –compartida por Kant– es crucial: lo que hace una obra de arte no puede establecerse simplemente por las propiedades observables del objeto. Ciertamente, esas propiedades están allí y no pueden en absoluto obviarse para dar cuenta de nuestra experiencia estética, pero en ésta apelamos principalmente a un ámbito intersubjetivo, difícil de establecer y precisar, pero que nos hace conscientes de una pertenencia más allá de lo objetual y cosificado.
Pero el arte que se apodera de nuestra atención, que nos hace detenernos en él, que, como también dice Kant, da lugar a una actividad reflexiva, nos lleva siempre a comunicarnos directamente con los demás, ya sea vía el oficio de los críticos, o por la simple urgencia de tratar de decirles a otros qué encontramos de imborrable o valioso en él, o incluso en el silencioso encuentro y búsqueda de las ocasiones propicias de obras y artistas que nos importan. Todas estas formas plurales, distintas de comunicación sugieren que coincidimos, aunque no podríamos decir objetivamente en qué. Lo cierto es que ponen al descubierto una dimensión pública, posible de ser atribuida solo a seres humanos que así, al modo estético, se reúnen con otros.
El modo estético torna valiosa la coincidencia, pero no porque ésta sea obligatoria, forzosa o cuantificable. Todo lo contrario. Significa, más bien, una experiencia gratuita y libre.


No puedo creer que tú no creas

  20 feb 2021  Por: Roberto Palacio * La estructura de sentido del creyente hace que a este le cueste trabajo entender cómo otro ha organiza...